A un diamante conocí
que en bruto se encontraba.
A penas tenía brillo,
su belleza atenuada.
Tú un diamante irrompible
pero que estaba roto.
Yo un cangrejo: por fuera duro
pero por dentro muy poco.
Te tallé y tú me dejaste.
De caparazón me cambiaste.
Te dije: de todo se sale,
tu ayuda fue la clave.
El duro cangrejo
perdió la coraza.
El opaco diamante
recuperó su gracia.
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